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El mundo de los estudios coreológicos ha sido imprescindible en mi formación profesional para comprender que las danzas están compuestas por medio de sistemas de significación complejos y únicos. Como investigadora de danza tradicional considero útil y necesario pensar a la danza como un entramado de significaciones que el mismo ser humano en sociedad ha creado, como lo sugiere Clifford Geertz cuando habla del concepto de la cultura (1973). De este modo, cada danza y cada coreografía tiene uno o varios sentidos sociales que sus mismos hacedores le adjudican. Los estudios coreológicos identifican este entramado de significaciones o sentidos sociales como el medio de la danza, el cual se conforma por cuatro hilos conductores: las personas, el movimiento, el sonido y el lugar, elementos que están presentes en cada danza o coreografía.

Considero que, antes de llegar al estudio o a las interpretaciones de los sentidos sociales que las y los investigadores pueden hacer de una danza, es importante dar un paso atrás y voltear a ver el medio dancístico, pues es determinante identificar los signos que la componen —signos que en conjunto connotan significados y que pueden leerse en los hilos conductores. Es decir, un signo puede tener la forma de un ademán de brazo, o puede estar escondido en el nexo que se establece entre un grito del puntero y la respuesta de toda su cuadrilla que ejecuta un giro.

La utilidad de los estudios coreológicos es que por medio de sus herramientas analíticas es posible estudiar a detalle cada uno de los componentes de los hilos conductores para dar pie a que, en un segundo momento, se pueda identificar con mayor facilidad las significaciones o sentidos sociales que se están materializando en dichos hilos conductores del medio de la danza. 

Las herramientas analíticas de los estudios coreológicos son intrínsecas a la danza y comenzaron a desarrollarse a principios del siglo XX por Rudolf Laban. Si él y otras y otros investigadores y analistas del movimiento han seguido desarrollando y precisando dichas herramientas, me pregunto con frecuencia, ¿por qué en México en el siglo XXI los conocimientos provenientes de los estudios coreológicos aún no se utilizan en las investigaciones de danza? ¿Por qué hemos optado por recurrir a otras disciplinas como primer recurso para el estudio de una danza cuando existen un siglo de estudios provenientes de ella? Pienso que como investigadores y profesionales de la danza tenemos el reto de acercarnos a los estudios y herramientas que nos ofrece nuestra propia disciplina e investigar a la danza desde la misma danza.

Fernanda Franco